-Hola! Diego…?
-Hombre, tú debes ser el viajero, bienvenido, me alegra
conocerte!
Llevo ya algún tiempo siguiendo a gente que viaja en moto, por todo
el Mundo, a través de aquellos medios que lo hacen posible, principalmente
Internet, sus foros y redes sociales, viendo y leyendo sus publicaciones y sus libros, he tenido la suerte de conocer en
persona a algunos de ellos cuando han pasado por mi localidad (mis viajes en
moto son de otro tipo, más limitados, lo cual, si cabe, hace que me interese
aún más por lo que esta gente hace, y desde luego por lo que pueden transmitir
sobre sus viajes y vivencias) así que no pierdo ocasión para invitarlos a pasar
por aquí si ésta se presenta, y eso mismo hice con Mariano (Facebook: La
Vuelta En Moto) un Argentino que lleva casi dos años de viaje en su
pequeña/gran moto, una Yamaha con motor de 125cc, y que es el protagonista del
saludo, seguido de un buen apretón de manos, con el que se inicia este relato.
Relato que, por otra parte, no tiene grandes pretensiones,
tan solo compartir, con aquell@s que tengáis la paciencia de leerlo, el
encuentro de un grupo de amigos con este particular y extraordinario viajero,
en especial algunas vivencias y aventurillas que nos contó entre la cena y el
frugal desayuno, ya que el tiempo de que disponía no dio para más, puesto que
la carretera lo esperaba…
No voy a negar que mi primera impresión, al encontrarme con
él, fue cuando menos, curiosa.
Y es que acompañando a un rostro jovial, de mirada
inteligente y unos ademanes y palabras que, ya desde un principio, inspiraban
confianza, que me hablaban, en suma, de alguien que entiendo es una buena
persona, había algo que me descolocaba, una impresión que no terminaba de
definir, y que no me cuadraba en el todo de la imagen que mis retinas retenían.
Necesité aún un buen rato para darme cuenta de que aquel
chaval aterido, con el casco en la mano y unos guantes de lana que, entiendo,
debían ayudarle a recuperar su temperatura corporal normal -en el viaje desde
Alicante hasta aquí lo había acompañado la lluvia y algunas rachas de viento-
simplemente no era la imagen que hemos visto en multitud de ocasiones y
circunstancias, y que por tanto tenemos asimilada y asociamos a la de un
viajero en moto capaz de moverse por cualquier rincón del Planeta Tierra,
subido en un montón de hierros con ruedas, a merced de los elementos y teniendo
que, en ocasiones, afrontar dificultades de todo tipo.
Equipado con un impermeable de dos piezas, la forma de sus
hombros denotaba lo que después pude comprobar, en animada charla con él,
mientras esperábamos la llegada de JuanRa, el colega y amigo que se debía
encargar, a petición propia, de proporcionarle alojamiento a nuestro viajero,
era lo que tanto me llamaba la atención.
La ausencia, bajo
aquel impermeable, de una chaqueta “normal” de moto, con el correspondiente
ensanchamiento en la zona de los hombros motivada por las protecciones que
estas equipan, le confería un aspecto un tanto particular, algo así como si
hubiese salido a dar una vuelta por la zona, sin más, cuando en realidad venía
de recorrer unos 60.000km, durante casi dos años, por buena parte del
Continente Americano, con aquella equipacion.
Me comentó que si que disponía de una chaqueta de moto, pero que
esta era de Verano…
Y llegó la hora de la cena, el sitio y la oportunidad de intercambiar opiniones, sentados tranquilamente alrededor de una mesa, aunque primero, una cervecita…
Los "sufridores"... Qué dura es la vida del motero, motard ú motorista...
Y llegó la hora de la cena, el sitio y la oportunidad de intercambiar opiniones, sentados tranquilamente alrededor de una mesa, aunque primero, una cervecita…
Los "sufridores"... Qué dura es la vida del motero, motard ú motorista...
En animada conversación, pronto supimos que Mariano lleva un
año y siete meses de viaje, que espera estar más o menos un mes recorriendo
España, y que después quiere conocer algunos países más en Europa antes de pasar por
Rusia, y finalmente embarcar para llegar a Japón, donde finalizaría su periplo
en la fábrica Yamaha, tras unos tres años viajando por medio (algo más…) mundo.
También, aunque eso ya nos constaba, que sus medios son muy
limitados, que quiere generar ingresos, dentro de lo posible, vendiendo los
patches y las pegatinas de su viaje a quien quiera colaborar, amén de, por supuesto, su interés en conocer
gente, y la posibilidad que con ello se abre de que podamos brindarle hospedaje
y aquella ayuda que consideremos o nos sea posible.
Una de las cosas que me sorprendió, por contraposición a lo
que ya he comentado antes se supone que es un viajero motorizado moderno, en
cuanto a equipación, (el eterno debate... si no se va equipado a la última no se puede viajar por el Mundo...?) tanto suya como de la moto, es que el primer año viajó con
un top case trasero de la línea “Plastitech” el cual podéis ver en esta foto, "robada" de su blog:
Tras un año de viaje, un farmacéutico con el que hizo
amistad le cedió uno de los cajones de aluminio en los que recibía los
medicamentos, que es el que en la actualidad equipa la moto, y que desde luego
es práctico y tiene capacidad, algo necesario cuando se viaja de forma autónoma,
como es el caso, y más teniendo en cuenta que nuestro viajero lleva con él un
buen numero de recambios básicos, o no tanto, para la moto.
Punto y aparte:
No pude evitar hacerle la clásica pregunta sobre qué era lo que más le ha gustado en su viaje hasta el momento, a lo cual me respondió de inmediato y con una sola palabra: "Esto", pronunciada mientras nos miraba a los allí reunidos. Sobran las explicaciones…
La entrega, por parte de Bart, de diverso material que le
pudo aportar, esperando le sirva para su periplo, y la obligada foto con los
que allí estábamos:
No pude evitar hacerle la clásica pregunta sobre qué era lo que más le ha gustado en su viaje hasta el momento, a lo cual me respondió de inmediato y con una sola palabra: "Esto", pronunciada mientras nos miraba a los allí reunidos. Sobran las explicaciones…
Y bien, por mi cabeza no paraba de rondar la idea de todo lo
que este hombre llevaba recorrido en su periplo, unida a la equipación tan
básica de que hacía gala, así que la pregunta era casi obligada:
¿Cual es la temperatura más baja a la que te has enfrentado
en este tiempo de viaje?
-Esto, si… 5 bajo cero en Perú, cuando tuve que ascender
hasta los 4.900 metros, allí si que lo pasé fastidiado.
Creo que la sorpresa se tuvo que notar en mi cara, y la
siguiente pregunta era también obligada:
-Pero…¿Con ésta equipación que llevas??
-Bueno no, allí contaba con un chaquetón de alpinista, de
estos de plumas.
La historia es que un colega suyo alpinista estaba por la zona,
y necesitaba dicha prenda, así que nuestro viajero, amablemente, se ofreció a llevárselo…
puesto, claro!
Luego decimos que la ocasión la pintan calva…
El Tapón de Darién.
(Pincha en esas palabras para obtener información)
El Tapón de Darién.
(Pincha en esas palabras para obtener información)
Pues sí, creo que ya lo habéis adivinado: Nuestro viajero
también se encontró con el Tapón de Darién en su camino, y la forma en que pudo
sortearlo fué cuando menos, singular.
Hoy en día, desde hace no mucho tiempo, existe la
posibilidad de sortear dicha franja de terreno en un Ferry que presta dicho
servicio por una cantidad en torno a los 400 dólares, pero cuando el llegó allí
esto no existía, y las opciones eran dos (olvidándonos por supuesto de intentar
pasar rodando, algo poco menos que imposible dadas las características de la
zona, los peligros que ello entraña y el poco apropiado vehículo, para dicha
empresa, que transporta a nuestro viajero).
Primera opción (la “normal”): Subir moto y viajero en un barco
velero que presta dicho servicio, un tanto en plan turístico, parando en
diversos puntos del trayecto, y que completa la travesía en unos 5 días… con un
coste de 1.000 dólares, algo que Mariano no se podía permitir.
Plan “B”: Esperar la partida de un carguero, donde iría la
moto, (y solo ella, ya que no admiten pasajeros) para luego intentar llegar
hasta el puerto de destino viajando en diferentes chalupas y barquitos, con la
incertidumbre que ello supone. Costo, unos 200 dólares.
Ni que decir tiene que esta fue la opción elegida, a pesar
de que presentaba algunos inconvenientes más, a saber:
Tocaba esperar a que zarpase el carguero adecuado, lo cual llevó
aparejada una espera de 20 días, en los que tuvo la suerte de verse apoyado por
el Comandante del Destacamento local, que resultó ser motard (para que luego
digan que no hay solidaridad entre nosotros…) lo cual resultó providencial,
tanto por el tiempo que tuvo que permanecer allí, en una zona “caliente” por
diversos temas, como a la hora en embarcar la moto, ya que otro de los
inconvenientes era que tenía que hacer esto fiándose de la palabra del Capitán
del buque de que la iba a recuperar después, no había ningún otro tipo de
documento ni garantía de por medio.
Pero es que además, tenía que, como ya hemos comentado, llegar al puerto de destino del carguero como solemos decir, “buscándose la vida” para ir saltando de zona a zona de la costa con diferentes barquichuelas, con la presión añadida de que debía llegar a dicho puerto antes que el carguero, ya que de lo contrario, adiós moto…
Pero es que además, tenía que, como ya hemos comentado, llegar al puerto de destino del carguero como solemos decir, “buscándose la vida” para ir saltando de zona a zona de la costa con diferentes barquichuelas, con la presión añadida de que debía llegar a dicho puerto antes que el carguero, ya que de lo contrario, adiós moto…
Ni que decir tiene que lo logró (comenta que fueron los
momentos más tensos de todo el tiempo que lleva viajando…) recuperó su preciada
montura y pudo continuar con su periplo… No sin antes pasar por un fuerte
interrogatorio de más de dos horas a cargo de los Agentes locales, muy "moscas" con aquel viajero que utilizaba para entrar en Panamá una ruta que no
era ni mucho menos la habitual.
Bravo por Mariano!
Y bueno, con alguna anécdota más, como el hecho de que
perdió un considerable peso corporal debido a la alimentación (durante buena
parte del viaje pudo elegir entre arroz, bananas, arroz y bananas o bananas y
arroz principalmente), la noche, la cena y la tertulia tocó a su fin (todo lo
bueno se acaba…) y nos despedimos hasta la mañana siguiente, donde tras un
pequeño desayuno:
Tocaba despedirse y continuar viaje:
Un viaje para el que, ni que decir tiene, le deseamos todo
lo mejor a Mariano, que llegue a todos sus destinos y que sus sueños se
cumplan, y por supuesto, nos queda esperar que algún día nuestros caminos
vuelvan a encontrarse en ruta.
Ráfagas y Uvess, Viajero!